12.2.09

Inteligencias Personales y Emocional

Los códigos de relacionamiento humano varían geográfica e históricamente. Cada persona es hija de una generación donde predominan diferentes valores sociales y familiares, que marcan también los usos, las costumbres, y los modos como nos tratamos.

Estas pautas culturales han recorrido un abanico muy amplio, tanto que está cercano todavía el trato de “usted” entre padres e hijos, tan diferente a los modelos de relación actuales.

También hubo un largo recorrido en lo que tiene que ver con el auto-conocimiento y la forma de analizarnos interiormente: generaciones anteriores hacían un culto y un mérito del hecho de encubrir sus emociones mientras que ahora, en cambio, la ciencia habla abiertamente de su importancia.

Todos estos procesos evolutivos han confluido hacia un “estilo” que hoy se cultiva como saludable en la educación: aprender habilidades emocionales y sociales que permitan la adaptación y la felicidad.

Los especialistas hablan de Inteligencias Personales y de Inteligencia Emocional, temas investigados entre las décadas del ’80 y del ’90, principalmente por Howard Gardner y Daniel Goleman respectivamente.

Cuando Gardner expuso su Teoría de las Inteligencias Múltiples, enunció las Inteligencias Personales:

- Inteligencia Inter-personal: habilidad para adecuarse a los estados de ánimo y los temperamentos de otras personas.
- Inteligencia Intra-personal: capacidad para conectarse con los propios sentimientos y reconocer las propias emociones, así como las fortalezas y debilidades.

Por su parte, Goleman completa y diferencia la idea cuando habla de Inteligencia Emocional agregando un componente más: el valor de la ética y los valores positivos incluido en estas relaciones.

Hoy es indiscutible la importancia de las habilidades emocionales y su comparación con las destrezas intelectuales y laborales. Un emprendimiento empresarial, por ejemplo, puede fracasar si no se hace un buen manejo de las relaciones humanas.

De la misma manera, se observa que algunos niños que se muestran muy precoces para aprender a hablar, a caminar, u otros aprendizajes formales o educativos, no logran ser felices, estar contentos, ni tener buenos amigos. Otros tienen gran dificultad a la hora de manejar sus frustraciones, sus fracasos o sus errores. Hay niños cuya actitud no les permite disculpar a otros, compadecerse o ser solidarios.

De allí la importancia de que los padres sean conocedores de los habilidades que pueden estimular en sus pequeños, a la vez que puedan ocuparse de manejar estas habilidades en sí mismos y con los otros miembros de la familia.

Porque hay algo que no ha cambiado con las últimas investigaciones: el ejemplo sigue siendo el mejor educador. Somos el espejo en el que los niños se ven, ya sea consciente o inconscientemente. Por amor a ellos, tenemos la obligación de ser coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos, conservando nuestra autoridad moral.

Algunos de los aspectos en los que permanentemente estamos influyendo:

- sinceridad e integridad íntimas: entrenar a los niños a no engañarse a sí mismos con disculpas o justificaciones inciertas;
- un balance saludable tanto entre las auto-exigencias y las complacencias;
- logros u objetivos de diferentes plazos: guiarlos en relación con el fomento de la paciencia, el tesón y la disciplina;
- los límites propios: que sepan medir sus posibilidades reales y que a la vez estén dispuestos a esforzarse por expandirlos y sean capaces de asumir riesgos;
- el optimismo: inculcar un pensamiento positivo es prevenir depresiones y temores;
- acompañar a los niños en el manejo adecuado de algunas emociones que se sienten como negativas: la vergüenza, la culpa, el miedo;
- el humor y la creatividad: dos aliados fantásticos a la hora de superar problemas;
- la auto-motivación, la auto-gestionabilidad, la independencia y la autonomía: llaves del éxito en todos los campos;
- impulsividad, ansiedad, ira, desconocimiento de las consecuencias, responsabilidad de los propios actos: temas de permanente referencia en las charlas y reflexiones que podemos tener con nuestros niños.

Dialogar con ellos sobre estos temas, los entrena además a que se acostumbren a hablar de sus emociones. El diálogo emocional es una vacuna excelente contra el ocultamiento, el silencio, el bloqueo y los traumas. Que algo no sea dicho no significa que no sea percibido o sentido. Todo lo contrario. Lo saludable entonces es descorrer el velo de la simulación.
Así damos lugar también al campo de la inteligencia inter-personal, comenzando por practicar en la intimidad del hogar, para luego extender esas habilidades al resto de los círculos sociales en los que está integrado el niño:

- ser buenos conversadores y buenos escuchas, desarrollando la simpatía y los buenos modales;
- estar atentos a cómo hablamos de nuestros sentimientos, aplicando algunos principios de la Programación Neuro-Lingüística (ver BabyMundo Nº 4)
- poder abordar con claridad situaciones familiares conflictivas: duelos, separaciones, problemas significativos de salud o dificultades económicas;

Por otra parte, cuando nuestros hijos se relacionan con otros niños, y sobre todo en los momentos de juegos, hay oportunidades para entrenar toda una gama de valores: la generosidad y el egoísmo, la envidia, la tolerancia, el engreimiento, la soberbia y la humildad, el abuso o el respeto por los tiempos, los ritmos del otro y hasta por sus posesiones o pertenencias.

El analfabetismo emocional puede llegar a resultar más costoso que el de la instrucción tradicional. El costo de una emocionalidad conflictiva es enorme y se manifiesta no sólo en fracasos sino sobre todo, en infelicidad.
Los primeros dos años de la vida de un niño son claves a la hora de formar y afirmar su personalidad y es responsabilidad de los adultos estar atentos y aprovechar las oportunidades para compartir y ensayar estos aprendizajes. Los niños son tremendamente permeables, aprenden por imitación, por ósmosis, por inmersión... aprenden de todo y de todos. Si sus padres no tienen un papel activo en su formación emocional y espiritual, otros modelos ocuparán ese lugar.

Cada padre, cada madre, tiene la oportunidad única de influir poderosamente en la creación de ese pequeño ser. Y seguramente todo padre y toda madre desea que su hijo sea feliz. Está en sus posibilidades ir haciendo el primer camino con el niño, para sentar las bases de una vida feliz. Todos tenemos recuerdos sobre el papel que nuestras familias tuvieron en nuestras vidas. La educación emocional es una invitación a que nuestros hijos se nutran con material para luego tener ¡excelentes recuerdos!

Cuando se les estimula a hacerlo desde pequeños, los niños tienen gran facilidad para expresarse y manifestar sus sentimientos. Depende de los adultos el ir creando ese hábito de la comunicación emocional y generar el ambiente y el espacio para compartirla.